Hace un par de días sostuve una conversación con un señor que bien podría denominar un maestro de la psicología junguiana. Aquel día conversamos sobre los mitos y la importancia que estos tienen en la formación de la identidad de una persona.
Para ese momento, yo ya tenía una idea más o menos clara de la aplicación de estos en el campo de la psicología, pero, al escucharlo, caí en cuenta de que el asunto era mucho más profundo de lo que yo pensaba y de que, si analizaba con atención, podía comprobar que su teoría era cierta. Tan solo debía tomarme un momento para analizar mi vida y la de las personas que me rodeaban, y luego compararlas con los mitos que conozco desde que era una niña.
Al culminar la conversación, me quedé con la idea en la cabeza y fue entonces cuando decidí que definitivamente tenía que escribir un artículo sobre ello.
Eventualmente, recurrí a otro gran amigo, Wikipedia, y le pregunté: “¿Qué es un mito?”. Esta fue su respuesta:
“Los mitos son narraciones que expresan las ideas ancestrales de un pueblo acerca del mundo en el cual vive. Surgieron para que dichos pueblos le puedan dar una respuesta a cuestiones que les resultaban inexplicables. Por lo tanto, a través de relatos tradicionales, intentaron aclarar los misterios de los ciclos de la vida y de la muerte, y explicar cómo comenzaron a existir todas las cosas (la Tierra, el hombre, el fuego, las enfermedades, los astros, etc.)”.
Después, consciente de que tenía que investigar un poco más, apelé al noble arte del periodismo y entrevisté a un grupo de personas. La pregunta fue la misma: “¿Qué es un mito?”. Las respuestas fueron más o menos así:
“Fantasía que se convierte en verdad con el tiempo”. “Historias que nos muestran rasgos de nuestros ancestros”. “Idea que se fija en la mente del individuo a través de la identidad y cultura”. “La historia de nuestro pasado”. “Mensajes para enseñarnos algo”. “Mentira”. “Referencia de lo que fuimos”. “Explicación de algo real a través de la fantasía”.
En fin, respuestas muy similares de personas totalmente diferentes. Es decir, la idea de lo que son los mitos está más o menos clara en nuestra sociedad. No obstante, llamó mucho mi atención cómo la mayoría de las personas empleó el término “historia” no como el resultado de una narración, sino como el registro de nuestro pasado.
Esta interpretación podemos conectarla directamente con la respuesta de Wikipedia sobre las “ideas ancestrales de los pueblos”. Y es que nuestro pasado -todo lo que sabemos de él- es el fruto de las ideas y sistema de creencias de quienes vivieron en esa época, y que, actualmente, nosotros heredamos y consideramos propias.
Los mitos, efectivamente, son una recopilación de historias que, si bien en la mayoría de los casos hacen uso del elemento fantástico, sirven como explicación para muchos acontecimientos naturales, entre los que destaca la conducta de los seres humanos.
Carl Gustav Jung, creador de la psicología junguiana, establecía que las personas y su comportamiento son el fruto, en gran medida, de aquellas ideas que habitan en la parte más oscura de la mente: el “inconsciente colectivo”. Este puede entenderse como el conjunto de ideas y patrones mentales que comparte la especie humana y que la conecta de tal manera que no debería sorprendernos ver cómo constantemente se repiten historias y patrones en individuos que no tienen ningún tipo de relación o parentesco más allá del de pertenecer a la misma especie.
Este inconsciente se alimenta, en gran medida, de los mitos, los cuales -como bien respondió la mayoría de los entrevistados- son un depósito de nuestra historia y, por tanto, de nuestras ideas.
A través de la mitología, las personas podemos encontrar una interpretación de los diferentes fenómenos del mundo, así como un sentido que nos dé cierta tranquilidad y entendimiento. No obstante, estas interpretaciones pueden ir mucho más allá de las ideas de la existencia del fuego o de la Luna. Nos dan también ideas y luces sobre el comportamiento humano y, por ende, de las experiencias de la vida.
En la mitología vemos cómo constantemente nos presentan a dioses, monstruos y héroes. Todos con virtudes y defectos. Seres aparentemente divinos y distantes, pero con una naturaleza tan humana, que es fácil olvidar que estamos hablando de Zeus o Atenea y pensar en nosotros mismos o en una persona cercana. Verbigracia, el mito de las infidelidades de Afrodita para con su esposo Hefesto. Él, su fiel devoto, que la amaba tanto y pasaba horas enteras trabajando para darle una vida de reina; y ella, la amante ferviente de Ares, hermano de Hefesto, que aprovechaba sus horas de ausencia. Un cuento que estoy segura de que hemos visto de cerca o, por lo menos, en alguna telenovela.
También vemos en los mitos vestigios de grandes guerras, como la de Troya, en la que nos presentan a héroes que lucharon junto a los dioses para defender a sus reinos con astucia y valentía. Aquiles es un gran ejemplo de la grandeza de los héroes. A pesar de que, como todo ser humano, poseía una debilidad -que pronto lo llevó a su final-, ganó múltiples guerras y se convirtió en el terror de sus enemigos con su fuerza e ímpetu.
Creamos o no en la existencia de Aquiles y su conexión con los dioses, sí podemos afirmar que, en nuestra historia, hay héroes cuya existencia fue similar a la de aquel. Personas como Simón Bolívar y Francisco de Miranda quedaron inmortalizados en nuestra historia y, aunque tenemos la capacidad y madurez para reconocer que tenían sus defectos, no podemos negar que el término “héroe” puede ser sinónimo adecuado para el rol que desempeñaron.
Lo mismo pasa con Superman y Capitán América: ambos personajes de ficción, pero bien valorados y admirados en casi todo el mundo. Es difícil no escuchar la palabra “héroe” en nuestra mente cuando vemos la imagen de alguno de ellos. Asimismo, sería absurdo pensar que nadie ha deseado alguna vez sentir que puede ser tan grande, valiente y honrado como alguno de estos personajes.
Dudo que alguien esté interesado en llevar el traje rojo, blanco y azul de Capitán América o morir en una carraca como lo hizo Miranda, pero sí estoy convencida de que todos, alguna vez en nuestra vida, hemos aspirado a sentirnos tan grandes como aquellos. Igual que cuando pensamos en nuestro cantante, actor, deportista e incluso político favorito.
El mito del héroe quedó grabado en nuestro inconsciente como una idea de grandeza. Es por ello que, si no podemos serlo nosotros, está garantizada la admiración para aquella persona que sintamos que se relaciona con ello, pues -como bien leí hace poco- “mito es sinónimo de ídolo adorado por las masas”.
Escogemos a nuestros héroes porque vemos en ellos a alguien digno de admiración. De hecho, de acuerdo a la psicología, muchas veces los adoptamos como nuestros modelos a seguir. Así, como efecto colateral, comenzamos a comportarnos como creemos que lo haría esa persona.
Dicho proceso ocurre desde que somos niños, pero ciertamente no es común que seamos conscientes de aquello. No debe sorprendernos entonces que exista siempre un personaje, una historia o un arquetipo que nos recuerde a equis persona o a nosotros mismos. Aceptemos, pues, que nuestra identidad es un constructo que se alimenta de las imágenes mitológicas que nos acompañan y que son comunes para todos. Solo que aquellas son tan vastas que permiten que, de cierta manera, cada quien pueda encontrar su patrón “único” entre todos los demás.
Los mitos contienen verdades e ideas que proporcionan un patrón de creencias y comportamientos que brindan una seguridad mental lo suficientemente fuerte como para permitirnos movernos dentro de la sociedad. Es por ello que, en esencia, no pertenecen a ningún individuo, sino más bien al colectivo.
Creo que todas las personas estamos destinadas a encontrar un mito con el cual identificarnos. Aun así, aunque jamas lo descubramos, eventualmente nos convertiremos -para bien o para mal- en el mito de otros. De esta forma, alimentamos ese sistema de ideas que traspasa a las voluntades y que sirve de sustento a la esencia de nuestra existencia.
Somos un eterno reencuentro con los mitos fundamentales que se repiten como ecos. Somos arquetipos. Muy buena artículo. Razonado en lo contemporáneo. Gracias por compartirlo.
Gracias a usted por leerlo. Somos parte de una historia eterna de repeticiones. La gracia está en cómo escribimos cada capítulo.
excelente artículo, bien documentado e hilvanado.
Qué lindo saber que te gustó 🙂
Me encanto este articulo
Un tema interesante para reflexionar.
Me gusta el articulo
¡Enhorabuena! Gracias por leerlo.