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Entre páginas y pasillos: mi ruta por las librerías de Caracas

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Caracas puede ser caótica, agotadora y ruidosa. Pero este fin de semana descubrí que también puede ser silenciosa, olorosa a papel y tinta, capaz de regalar momentos de ilusión. Todo gracias a la Ruta de las Librerías, una iniciativa que me permitió recorrer espacios que, más que vender libros, funcionan como refugios culturales.

Entrar a cada espacio fue como cruzar distintas dimensiones:

  • Librerías del Sur me recibió con un aire institucional, lleno de literatura venezolana y latinoamericana. Allí me regalaron un libro del poeta venezolano William Osuna.
    El Cuervo me atrapó con su aire de rareza. Una librería especializada en libros vintage, antiguos, raros, incluso “embrujados”, acompañados de café.
    La Liebre me pareció lo opuesto: encantadora, mágica, casi delicada. Se especializa en libros “bonitos”, de esos que uno quiere tener no solo para leerlos, sino para cuidarlos como tesoros. Es el tipo de lugar donde provoca quedarse horas hojeando con un té en mano.
    Fundación por la Lectura MFM fue mi parada favorita. Allí descubrí que un libro no muere en un estante: se intercambian, se rescatan, se les da nueva vida. Puedes llevar dos y recibir otros dos a cambio. Me conmovió su proyecto de listas escolares para apoyar a familias, un recordatorio de que la lectura también puede ser herramienta social.

Más allá de lo que vi y escuché, lo que me encantó fue la vibra compartida: gente que ama leer, que se emociona hablando de proyectos futuros, de editoriales emergentes, de lo que se sueña para la ciudad. Fue reconfortante ver cómo los libros aún logran reunirnos, incluso cuando la rutina y el ruido intentan arrastrarnos hacia el olvido de lo esencial.

No todo fue tinta y papel: hicimos una parada gastronómica en Carupanadas, con descuento especial para quienes éramos parte de la ruta, y nos acompañaron Café Valmar y Culto Café. Nunca pensé que una empanada o un café podían ser parte de una experiencia literaria, pero ahí estaba yo, comiendo y conversando con desconocidos que, al menos por un día, eran cómplices de ruta.

En un mundo cada vez más dominado por pantallas, notificaciones y e-books, me parece vital que estas rutas rescaten el ritual de leer en físico. Pasar páginas, oler un libro usado, subrayarlo… es un gesto casi íntimo que poco a poco hemos ido perdiendo. Participar en este recorrido me recordó que leer no solo es un acto individual, también es un acto que se comparte.

Salí de esta experiencia con ilusión. Quiero seguir conociendo otras librerías y, ¿por qué no?, aventurarme a explorar en otros estados lo que pasa con el libro y sus espacios. Al final el verdadero tesoro fue comprobar que todavía hay gente que se emociona con páginas de papel. Y eso, en medio de tanto caos, ya es un milagro.

Por: Hilarie Flores @hilarie_flores

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